QUE EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE GUARDE
Hoy
es el primer día del nuevo año. Nos hemos deseado desde hace días, y
especialmente ayer, “Feliz año nuevo”. Ojalá que no lo digamos como una palabra
más, sino de corazón, deseando lo mejor al hermano.
Al comenzar este tiempo nuevo, los cristianos queremos pedir la bendición
de Dios sobre nosotros: “El Señor te bendiga y te guarde. El Señor ilumine su
rostro sobre ti y te sea propicio. El Señor te muestre su rostro y te conceda
la paz”. Es la bendición que hacían los
sacerdotes israelitas sobre el pueblo en las grandes fiestas.
¿Qué podemos desearnos mejor que esto? Que el Señor esté con
nosotros a lo largo de este año 2023, que no sabemos qué nos deparará, pero sí
sabemos que todo formará parte de su plan salvador. Que el Señor nos bendiga y
nos guarde a todos.
Queremos poner, también, este nuevo año bajo el amparo de nuestra
Madre del Cielo. Por eso el 1 de enero celebramos la solemnidad de santa María,
Madre de Dios. Es el primer título de la Virgen María, del que derivan todos
los demás que decimos de ella. María es la mujer escogida por Dios, preservada
de todo pecado, para ser la madre del Salvador, del mismo Dios hecho hombre,
Jesús.
Sin su aceptación generosa del plan de Dios, sin su donación total
y sin reservas, Dios no hubiera podido realizar la salvación por medio de su
Hijo, hecho semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, para que nosotros
seamos también hijos amados de Dios.
El evangelio de hoy nos presenta a María en el portal de Belén,
junto a su esposo bueno José. Allí reciben la visita de los pastores, los más
humildes, los únicos que han tenido el corazón abierto para recibir la noticia
del nacimiento del Emmanuel. María no se guarda egoístamente a su hijo, sino
que recibe con alegría a cuantos llegan a verle y a adorarle. Les quiere hacer
partícipes de la Buena Noticia, para que todos puedan llenarse de la misma
alegría y emoción que tienen ella y san José.
Y dice el evangelista que María conservaba todas estas cosas en su
corazón y las meditaba: el anuncio del Ángel, la generosidad de su esposo José,
el rechazo de las casas cerradas en Belén, la pobreza extrema del pesebre, la
visita de los pastores y los Magos… tantas cosas que meditar en su corazón de
madre y de creyente… pidámosle al Señor, para este año que comienza, un corazón
como el de María, que sabe meditar los acontecimientos, descubriendo en lo que
ocurre la acción de Dios.
Porque si vivimos sin reflexionar, sin rezar, sin un poco de
profundidad e interioridad, la vida será solo una serie de acontecimientos que
no nos dicen nada de Dios. Vivimos porque van pasando los días y los meses…
pero la vida ha de ser mucho más que eso.
Hay un último motivo en esta celebración de hoy. Además de pedir
la bendición de Dios para un nuevo año, además de dar gracias a Dios por el
regalo de la Virgen María Madre de Dios, que está siempre con nosotros, también
es hoy la Jornada de la Paz.
Vivíamos muy tranquilos, aunque sabíamos que en muchas partes del
mundo hay guerras que desde hace años causan mucho sufrimiento a inocentes…
pero las teníamos lejos. Este año 2022 nos ha acercado la guerra hasta nuestras
fronteras cercanas y hemos caído en la cuenta, de golpe, que la paz es un bien
muy escaso y amenazado en este mundo.
Ojalá pudiéramos acabar con las guerras del mundo, pero no está en
nuestra mano. Hay demasiados intereses, demasiada codicia, demasiados engaños,
que no entendemos y que nos superan. Pero sí podemos ser más pacíficos, más
constructores de la paz a nuestro alrededor: si no respondo con una palabra
hiriente, construyo la paz, si soy justo en mi relación con los demás,
construyo la paz, si busco la armonía en casa, aunque tenga que ceder,
construyo la paz, si no hiero con la lengua o con los gestos, construyo la paz.
Todos tenemos parte de responsabilidad en que este mundo sea más
pacífico o más agresivo. Con la bendición de Dios pidamos un nuevo año de Paz,
y trabajemos todos juntos por ella.
Feliz Año Nuevo.
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