lunes, 15 de junio de 2020

REFLEXIÓN GRUPO DE CARITAS UNIDAD PASTORAL EN EL CORPUS CHRISTI 2020



Buenos días a todos, amigos y hermanos:

Un año más, queremos hacernos presentes como voluntarios del grupo de Caritas de nuestra Unidad Pastoral en este domingo tan especial del Corpus Christi.
Es el domingo de la Eucaristía, en el que, de un modo especial, agradecemos al Señor el regalo que nos ha dado: quedarse en el sacramento del altar para servirnos de alimento de vida eterna.
Y es, al mismo tiempo, el domingo de la Caridad, porque no estaríamos celebrando la Eucaristía tal y como Jesús nos mandó, si esta no nos lleva al encuentro con el hermano, a la caridad con los pobres, con los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, estén cerca o lejos de nosotros.

En la palabra de Dios que se nos ha proclamado este domingo, hay un elemento que aparece en las tres lecturas: el Pan. El pan es un alimento básico para la humanidad, la base de la dieta para nosotros. Y, siendo tan importante, también en la Biblia aparece con frecuencia. Hasta en la oración que nos identifica como cristianos, el Padre Nuestro, pedimos a Dios que nos conceda nuestro pan de cada día.
En la primera lectura, Moisés habla al pueblo de Israel, que ha recorrido durante cuarenta años el desierto. Les invita a recordar con agradecimiento todo lo que Dios ha hecho en favor suyo, cómo alimentó su hambre con el pan del cielo, el maná, un pan mejor que el de la tierra, que era un regalo de Dios y que estaba anunciando ya la Eucaristía. Pero además les dice que lo hizo “para hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La palabra de Dios es también un alimento, aunque no va al estómago, sino a la mente y al corazón y lo necesitamos para vivir.

En este momento que estamos viviendo, en que empezamos a salir poco a poco de la epidemia que nos ha tenido atemorizados y encerrados, y que tanto sufrimiento ha causado, podemos hacer como el pueblo de Israel: reconocer agradecidos que Dios no nos ha dejado durante este tiempo, que ha estado con nosotros, nos ha cuidado y no nos ha faltado durante este tiempo ni el "pan de la mesa" ni el "pan de la Palabra de Dios".
Aquel pan bajado del cielo que los israelitas llamaron maná, porque les alimentaba en el desierto, anunciaba a Jesucristo, que dice de sí mismo en el Evangelio: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Jesús baja del cielo para compartir nuestra humanidad y nuestra carne. Lo hace por amor a nosotros, por nada más, para estar a nuestro lado, para cargar nuestros sufrimientos y aliviar nuestros dolores.

Este pan vivo, que es el Señor, se deja comer; esto era algo que no podían entender los judíos. No es un símbolo o algo irreal, sino que lo afirma con claridad: “si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.
Recibir el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía supone vivir unidos a Él, tener su vida en nosotros. Y su vida es eterna, no acaba nunca, nos lleva al amor del Padre con el que él vive unido: “Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que come vivirá por mí”.
Esto es lo que hace la Eucaristía en nosotros, que la celebramos y recibimos. Por ello es el gran regalo de Cristo, confiado a su Iglesia, y decimos que es la fuente y la cumbre de nuestra vida como cristianos.

Pero no olvidemos el segundo motivo importante en este domingo del Corpus Christi: la Caridad. Para un cristiano es una exigencia de recibir bien la Eucaristía. Nos lo ha recordado el apóstol Pablo en la segunda lectura: “Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan”. 
Si compartimos el pan vivo de la Eucaristía formamos un solo cuerpo con el Señor. Y, por eso, nos deben doler como propios los sufrimientos del hermano: los que han perdido a un familiar, los que se sienten solos, los que no encuentran empleo, los que viven en la pobreza o en la exclusión, los que no se sienten amados por Dios…
Y esta preocupación se hace activa, no se queda en un sentimiento de compasión. Se hace activa cuando compartimos el tiempo con los demás, cuando les escuchamos, cuando nos presentamos voluntarios para ayudarles en lo que necesiten, cuando les llevamos el pan de la mesa y el pan de la Palabra de Dios.

Caritas es la caridad organizada de la comunidad cristiana, que se une como un solo cuerpo en la Eucaristía. Os invitamos a sentir Caritas como algo vuestro porque es en nombre vuestro, y con vuestra ayuda, como podemos ayudar a las familias más necesitadas de nuestra Unidad Pastoral. Seguimos necesitando voluntarios para esta acogida y ayuda y también colaboración económica para la ayuda alimentaria que damos. 

Gracias a todos.

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