Buenos días a todos, amigos y hermanos:
Un año más, queremos hacernos presentes como voluntarios del
grupo de Caritas de nuestra Unidad Pastoral en este domingo tan especial del
Corpus Christi.
Es el domingo de la Eucaristía, en el que, de un modo
especial, agradecemos al Señor el regalo que nos ha dado: quedarse en el
sacramento del altar para servirnos de alimento de vida eterna.
Y es, al mismo tiempo, el domingo de la Caridad, porque no
estaríamos celebrando la Eucaristía tal y como Jesús nos mandó, si esta no nos
lleva al encuentro con el hermano, a la caridad con los pobres, con los que
sufren en el cuerpo o en el espíritu, estén cerca o lejos de nosotros.
En la palabra de Dios que se nos ha proclamado este domingo,
hay un elemento que aparece en las tres lecturas: el Pan. El pan es un alimento
básico para la humanidad, la base de la dieta para nosotros. Y, siendo tan
importante, también en la Biblia aparece con frecuencia. Hasta en la oración
que nos identifica como cristianos, el Padre Nuestro, pedimos a Dios que nos
conceda nuestro pan de cada día.
En la primera lectura, Moisés habla al pueblo de Israel, que
ha recorrido durante cuarenta años el desierto. Les invita a recordar con agradecimiento
todo lo que Dios ha hecho en favor suyo, cómo alimentó su hambre con el pan del
cielo, el maná, un pan mejor que el de la tierra, que era un regalo de Dios y
que estaba anunciando ya la Eucaristía. Pero además les dice que lo hizo “para
hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios”. La palabra de Dios es también un alimento, aunque no
va al estómago, sino a la mente y al corazón y lo necesitamos para vivir.
En este momento que estamos viviendo, en que empezamos a
salir poco a poco de la epidemia que nos ha tenido atemorizados y encerrados, y
que tanto sufrimiento ha causado, podemos hacer como el pueblo de Israel:
reconocer agradecidos que Dios no nos ha dejado durante este tiempo, que ha
estado con nosotros, nos ha cuidado y no nos ha faltado durante este tiempo ni
el "pan de la mesa" ni el "pan de la Palabra de Dios".
Aquel pan bajado del cielo que los israelitas llamaron maná,
porque les alimentaba en el desierto, anunciaba a Jesucristo, que dice de sí
mismo en el Evangelio: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Jesús baja
del cielo para compartir nuestra humanidad y nuestra carne. Lo hace por amor a
nosotros, por nada más, para estar a nuestro lado, para cargar nuestros
sufrimientos y aliviar nuestros dolores.
Este pan vivo, que es el Señor, se deja comer; esto era algo
que no podían entender los judíos. No es un símbolo o algo irreal, sino que lo
afirma con claridad: “si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su
sangre no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.
Recibir el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía supone vivir
unidos a Él, tener su vida en nosotros. Y su vida es eterna, no acaba nunca,
nos lleva al amor del Padre con el que él vive unido: “Como el Padre que vive
me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que come vivirá
por mí”.
Esto es lo que hace la Eucaristía en nosotros, que la
celebramos y recibimos. Por ello es el gran regalo de Cristo, confiado a su
Iglesia, y decimos que es la fuente y la cumbre de nuestra vida como
cristianos.
Pero no olvidemos el segundo motivo importante en este
domingo del Corpus Christi: la Caridad. Para un cristiano es una exigencia de recibir
bien la Eucaristía. Nos lo ha recordado el apóstol Pablo en la segunda lectura:
“Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues
todos comemos del mismo pan”.
Si compartimos el pan vivo de la Eucaristía
formamos un solo cuerpo con el Señor. Y, por eso, nos deben doler como propios
los sufrimientos del hermano: los que han perdido a un familiar, los que se
sienten solos, los que no encuentran empleo, los que viven en la pobreza o en
la exclusión, los que no se sienten amados por Dios…
Y esta preocupación se hace activa, no se queda en un
sentimiento de compasión. Se hace activa cuando compartimos el tiempo con los
demás, cuando les escuchamos, cuando nos presentamos voluntarios para ayudarles
en lo que necesiten, cuando les llevamos el pan de la mesa y el pan de la
Palabra de Dios.
Caritas es la caridad organizada de la comunidad cristiana,
que se une como un solo cuerpo en la Eucaristía. Os invitamos a sentir Caritas
como algo vuestro porque es en nombre vuestro, y con vuestra ayuda, como
podemos ayudar a las familias más necesitadas de nuestra Unidad Pastoral. Seguimos
necesitando voluntarios para esta acogida y ayuda y también colaboración
económica para la ayuda alimentaria que damos.
Gracias a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.