Esta noche
es diferente a todas; para los creyentes esta es la noche más importante del
año, la noche en que velamos y festejamos sin prisas porque Jesucristo ha vencido la
muerte resucitando.
Las
abundantes lecturas que hemos escuchado, nos sitúan dentro de la historia de la
salvación, que comienza con la creación de lo que existe. Un mundo bello y
ordenado, aunque no perfecto, en el que el Creador pone al ser humano, hecho a su
imagen y semejanza, para que administre y perfeccione la creación, no para que
la destruya ni la aproveche con codicia e irresponsabilidad. Crea al ser
humano, varón y mujer, para que vivan en amistad con Él, para que lo conozcan y
lo amen.
Pero el
pecado del hombre altera el plan maravilloso de Dios. Aún así, Dios no abandona
la obra de su creación. Se escoge un pueblo, Israel, con el que hace una
alianza de amistad. Se va dando a conocer, les habla, les cuida, les guía. Les
rescata de la esclavitud de Egipto haciéndoles pasar por el mar Rojo para
llegar a una tierra nueva, como hemos escuchado. Ese paso liberador por las aguas del mar es una imagen de
nuestro bautismo, que luego renovaremos los ya bautizados y que nuestros catecúmenos van a recibir.
Dios tiene
que corregir muchas veces a su pueblo y, por medio de los profetas, les va
enseñando a volver a él para tener vida, para ser sanados, para vivir en
plenitud como sus hijos.
No abandona
a su pueblo aunque este se aparte de él, como no se aparta de nosotros aunque
le neguemos u olvidemos. Es un Dios fiel que permanece siempre al lado de sus
hijos y les da a conocer su Palabra y su bendición.
El amor de Dios llega a su máxima expresión con el envío de su Hijo Jesucristo, la Palabra hecha hombre, hecha carne, que pasa por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por cualquier mal.
Es
crucificado, muerto y sepultado pero, al tercer día, vence la muerte y
resucita. La vida nueva de Hijos de Dios que consigue para nosotros la vivimos
por medio del bautismo, que en esta noche santa revivimos.
Esta noche
santa de la Pascua da sentido a toda nuestra vida de cristianos y a nuestro
compromiso con el crecimiento del Reino de Dios en este mundo.
Nuestros
catecúmenos, que se han preparado más intensamente durante la Cuaresma, van a
recibir ahora el sacramento bautismal y, después de ellos, también nosotros recibiremos
la aspersión del agua bautismal.
Sigamos viviendo y celebrando alegres esta noche santa.
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