jueves, 1 de mayo de 2025

DOMINGO TERCERO DE PASCUA (ciclo C)

 ¡ES EL SEÑOR!


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Continuamos celebrando la Pascua del Señor resucitado. Estamos ya en el tercer domingo y la Palabra de Dios nos sigue presentando el testimonio de aquellos discípulos que fueron transformados totalmente por la experiencia de encontrarse con el Señor vivo.

    Como la Palabra viene a iluminar siempre las situaciones que vivimos, sean personales o comunitarias, también hoy nos ayuda a ver, con ojos de fe, el momento que vive nuestra Iglesia católica.

    Después de la despedida del papa Francisco, triste pero agradecida por todo lo que nos deja, especialmente el testimonio de su entrega hasta el final a la Iglesia, ahora estamos en los días previos a conocer al nuevo sucesor de Pedro. Los cardenales electores se reunirán en cónclave el próximo miércoles, 7 de mayo, y el Pueblo de Dios les estamos ya acompañando con nuestra oración. Pedimos para ellos la guía del Espíritu Santo, que sean dóciles a sus inspiraciones y puedan elegir al mejor pastor posible.

    El ministerio de Pedro, confiado al obispo de Roma, es imprescindible para nuestra Iglesia católica. Así lo quiso Cristo cuando llamó a Simón Pedro para que fuera pescador de hombres y le confirmó en esa elección después de resucitar, encargándole pastorear a su rebaño confirmando en la fe.

    El Papa es vicario de Cristo, pues le representa, y supone un vínculo de unidad para las iglesias pastoreadas por los distintos obispos.

    ¡Qué oportuno es el pasaje evangélico de este domingo para recordar todo esto, precisamente en este momento!

    El evangelio nos presenta a los apóstoles, de nuevo, en el lago de Tiberiades. Allí mismo donde Jesús, tres años atrás, los llamó por su nombre y ellos, dejando redes y barcas, lo siguieron. Con él recorrieron aldeas y ciudades, haciendo el bien y predicando el Reino. Dejaron de ser pescadores de peces para convertirse en pescadores de hombres.

    Pero resulta que el evangelista nos dice que ahora han vuelto a la pesca de peces…. ¿por qué? Por el terrible mazazo que ha supuesto para ellos la muerte de su Maestro. ¿Para qué seguir? Pensarían que mejor era volver a su oficio pasado, al que sabían hacer mejor: la pesca en el lago. Han escuchado ya a algunos discípulos que dicen que le han visto resucitado… pero, ¿será verdad?

    Todo el relato está lleno de claves interesantes:

    Pedro cumple una misión central para el resto de los apóstoles: es el que les convoca a la pesca, es el primero que se lanza al agua al reconocer al Señor y es el que arrastra hasta él la red llena de peces grandes.

    Hay un gran contraste entre lo que pueden hacer los apóstoles apoyados en su propia iniciativa –no pescan nada en toda la noche- y lo que logran después, cuando se fían de la palabra del Resucitado y tiran las redes, que se llenan hasta los topes aunque es de día, cuando no se puede pescar ya.

    El evangelio nos invita a lanzar las redes en nombre de Jesús, “sin mí no podéis hacer nada” nos dice, confiando en su palabra. La pesca en la noche, sin Jesús, es un esfuerzo vacío, pero con él y actuando en su nombre, guiados por su Espíritu, la evangelización dará fruto.

    Todos los hombres y mujeres de nuestro mundo (eso significan los 153 peces pescados, un número de totalidad) están llamados a recibir la buena noticia de Cristo, también aquellos que creen que no la necesitan… ¿Quién se lo anunciara, si no lo hacemos nosotros, que somos sus apóstoles, los que le conocemos?

    Hay que salir a la faena, hay que ponerle ilusión y coraje evangélico, sin miedo al rechazo ni a la persecución, con la misma valentía de Pedro y los apóstoles en la primera lectura cuando son arrastrados a un interrogatorio en el sanedrín. Lo que parecía una adversidad grande lo convierten en una oportunidad para dar testimonio.

    Jesús resucitado hace algo más con ellos en este pasaje: les alimenta con el pan y el pescado asado, que reparan sus fuerzas gastadas. Está claro que es una referencia a la Eucaristía. En la Eucaristía, el Señor Resucitado nos convoca, nos reúne, nos habla, parte para nosotros el Pan de vida. Si no fuese por la Eucaristía, ¿de dónde nos iban a venir las fuerzas y la ilusión por testimoniar el Evangelio en todo lugar y en toda circunstancia?

    Adelante con la misión. Guiados por Pedro, del cual pronto el Señor nos dará un sucesor, que acogeremos con respeto filial y agradecimiento, echaremos las redes para Cristo en este mundo.

 


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