sábado, 15 de julio de 2023

DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

 MI PALABRA NO VOLVERÁ A MÍ VACÍA


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    Hace ya más de cincuenta años que el último concilio de la Iglesia, el Vaticano II, quiso que la liturgia de la misa, y del resto de los sacramentos, cambiase, haciéndose más accesible y participativa.

    Solo los más mayores recuerdan ya cómo eran aquellas celebraciones en las que todas las oraciones y las lecturas de la misa se hacían en una lengua que pocos podían entender, el latín. Y aquella reforma del Vaticano II hizo que en la misa se proclamasen las lecturas en nuestra lengua común, y que se enriqueciesen el repertorio de las lecturas como nunca antes se había hecho.

    Por eso ahora, cada domingo, escuchamos lecturas bíblicas diferentes, seleccionadas, ricas… es una siembra abundante de la Palabra de Dios la que recibimos a lo largo del año los que venimos a la misa dominical.

    En la primera lectura de hoy, tomada del profeta Isaías, Dios nos dice que su Palabra es eficaz. No vuelve a él vacía, sino que como la lluvia y la nieve fecundan la tierra, así su Palabra viva cumple su deseo y lleva a cabo su encargo.

    Por parte de Dios, su Palabra es siempre eficaz, se cumple, es transformadora y salvadora en nosotros. Pero, en el evangelio, Jesús, con su parábola, añade algo muy importante: el fruto que produce esta semilla de la Palabra de Dios no depende solo de su fecundidad, que está garantizada, sino de la tierra sobre la que cae.

    Y esa tierra somos nosotros, que la escuchamos y recibimos.

    Jesús sembraba continuamente la Palabra de Dios en la gente. A veces creemos que la mayor parte de su tiempo lo dedicaba a hacer milagros y curaciones. Pero, realmente, la mayor parte del tiempo Jesús se dedica a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios. Siembra generosamente, a voleo, como en la parábola, y unas veces encuentra corazones abiertos y otras corazones cerrados y hostiles.

    De su misma experiencia como sembrador infatigable de la Palabra, toma Jesús esta parábola con sus tres situaciones posibles:

    Las semillas esparcidas caen al borde del camino: se escucha sin interés, sin entender ni ganas de hacerlo. Es lo que sucede cuando estamos en el templo pensando en otras cosas, sin dejar ocasión a que la Palabra entre en nosotros. Se oye, pero no se escucha, porque venimos a cumplir solamente.

    Las semillas caen en terreno pedregoso: escuchamos la Palabra durante muchos años, pero no terminamos de aceptar el evangelio de Jesucristo ni sus valores, somos cristianos tibios y a medias, porque realmente nuestra vida diaria funciona según otros criterios muy distintos. Crecen las malezas, vienen las dificultades y la fe que creíamos tener se desvanece. ¿Cuántas personas dicen “yo antes si iba a la iglesia y era muy creyente, pero me paso esto o aquello o me junte con estas personas y deje de creer y de practicar la fe”?

    Las semillas caen en tierra buena: escuchamos la Palabra de Dios y nos dejamos tocar por ella. Dejamos que nos interrogue, que nos cuestione, no la acallamos para que no moleste, sino que hacemos el esfuerzo continuo de convertirnos y cambiar. Jesús dice que en unos da el fruto de ciento, sesenta o treinta. No se trata de que dé en todos el mismo fruto, sino de que todos la acojamos y entendamos con la tierra de la mente y el corazón bien dispuestos.

    Ante la Palabra de este domingo me puedo preguntar: ¿con qué actitud estoy yo en la iglesia cuando se proclaman las lecturas de la Palabra de Dios?, ¿Dónde está mi mente y mi corazón mientras las oigo?, ¿Encuentra en mí tierra buena, deseo de conversión y superación para que pueda dar su fruto?

    Y también me puedo preguntar: ¿soy colaborador con el sembrador y la llevo a otros, a mi familia, a mis amigos y vecinos?

 

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