viernes, 3 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXI TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

 EL PRIMERO ES EL SERVIDOR DE TODOS


COMENTARIO A LAS LECTURAS DE LA MISA

    En este evangelio de hoy, Jesús no se dirige directamente a los escribas y fariseos, aunque sí hable de ellos, sino a la gente y a sus discípulos. Les previene con duras palabras contra ellos y su forma hipócrita de vivir. Pero nos equivocamos si queremos ver este evangelio sólo como una denuncia de Jesús a personajes ajenos a nosotros, que ya no existen.

    Si hacemos esto, el evangelio sería un testimonio fosilizado de algo que ya no tiene que ver con nosotros. Entonces ya no sería la Palabra viva que es, la que siempre nos enseña y siempre nos corrige.

    Lo que Jesús dice de aquellos maestros de la ley judía también nos advierte a nosotros para que no caigamos en sus mismos errores. ¿Cuáles son estos?

    Tienen enseñanzas muy buenas, pero su vida es muy distinta a estas. Es el pecado de la incoherencia, de la diferencia radical entre lo que creemos y lo que realmente vivimos en el día a día, entre lo que afirmamos dentro de la iglesia y lo que luego vivimos al salir de ella. ¿No es cierto que todos podemos tener algo de esto, que hay diferencia entre creer que el amor a Dios y al prójimo son lo esencial y luego practicarlo?

    Cargan pesados fardos a otros, pero luego no mueven un dedo para empujar. Es el pecado de pedir a los demás lo que nosotros no damos, de ver la paja en el ojo ajeno sin distinguir la viga en el propio. ¿No es cierto que a veces somos muy duros con los defectos ajenos y muy indulgentes y blandos con los defectos propios? ¿No ponemos más energía en corregir al otro que en auto-corregirnos?

    Hacen las cosas para ser vistos por la gente. Es el pecado de querer aparentar ser mejores, más buenos, más solidarios que otros. ¿No es cierto que si hacemos algo bueno queremos que se nos reconozca y nos enfadamos si no se tiene en cuenta?

    Como vemos, las palabras de Jesús también nos son útiles para hacer un buen examen de conciencia y para pedir perdón y conversión. No podemos quedarnos en pensar lo malos que eran aquellos fariseos, lo falsos e hipócritas que eran… con eso no basta.

    Jesús ha querido crear un grupo de amigos y discípulos, la Iglesia, en la que se vivan otros valores diferentes a los del mundo: los valores del Reino de Dios. En esta familia con valores nuevos, que tiene que ser sal y levadura para la transformación de la sociedad humana, hay un solo Padre Dios, por lo que todos somos hermanos, iguales en dignidad, y hay un solo maestro, Jesucristo y su Espíritu Santo, que nos enseña desde el corazón.

    Y el primero, el más importante, no es el que tiene a los demás a su servicio, sino el que, por amor, se pone al servicio de todos.

    Es un proyecto maravilloso, que siempre está por comenzar. ¿Podemos decir, acaso, que ya vivimos así? ¿O, más bien, tenemos que reconocer, que debemos renovar nuestras mentes y corazones para vivir según este proyecto de Jesús?

    San Pablo es testigo de las enseñanzas de Jesús para los cristianos de Tesalónica: se porta con delicadeza y cariño de madre con ellos, a pesar de que podía tratarles con la autoridad del apóstol. No solo les entrega el evangelio, sino que se da él mismo por entero, no quiere aprovecharse de nadie, sino ser el servidor bueno de todos.

    Si todos nos decidiéramos a actuar así, nuestras comunidades cristianas serían un faro de luz para nuestro mundo, y dirían de nosotros como de los primeros cristianos: “Mirad como se quieren”.

 

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