Evaluamos la marcha del curso con el guión que nos facilitó la diócesis. La valoración ha sido muy positiva: para muchos de nosotros los grupos de lectura bíblica son ya una verdadera comunidad de fe donde rezamos juntos, escuchamos y reflexionamos la Palabra siempre viva y actual de Dios y tratamos de llevarla a la vida cotidiana.
Este año las reuniones han ido siguiendo el libro del Apocalipsis. Es cierto que comenzamos con cierta inquietud y sin saber muy bien cómo abordar la lectura de un texto que nos resulta complejo, lleno de claves y símbolos a descifrar. No sabíamos si eso iba a ser posible y si nos iba a decir algo para nuestra vida.
Pero conforme avanzamos y el Espíritu Santo, al que invocamos al empezar cada reunión, iba haciendo su trabajo paciente en nosotros, fuimos viendo que es un texto, sobre todo, de esperanza y que nos anima en nuestras dificultades para vivir la fe en el mundo de hoy.
Siempre es un descubrimiento precioso ver cómo Dios habla de un modo distinto a cada miembro del grupo y que, al compartirlo, nos enriquecemos con la aportación de todos.
Celebramos, después de la evaluación, la eucaristía en la capilla del Resucitado, sobre todo dándole gracias al Señor, por tantos regalos que nos ha dado a lo largo de este año de encuentro con su Palabra en los grupos. La cena fraterna y alegre puso el broche de oro a una jornada muy agradable que nos infundió esperanza. Ojalá que más personas se animen a leer la Biblia con nosotros el próximo curso, porque es una ayuda muy importante para la vida de fe.
